Energía hidráulica
Energía extraíble del
agua, que puede transformarse en trabajo mecánico y posteriormente en energía
eléctrica mediante la transformación de la energía cinética o potencial de los
ríos. Puede aprovecharse tanto la conversión de la energía potencial en cinética
cuando hay un un salto de agua desde un embalse o bien directamente la energía
cinética de la corriente fluvial. La cantidad de energía extraíble depende del
caudal fluvial, que, a su vez, está supeditado a la climatología y a la
orografía.
En los lugares donde sólo
es posible emplear la energía cinética se construyen las denominadas centrales
de agua corriente que, al carecer de embalse, no regulan la potencia, la
cual debe adaptarse al caudal que posee el río, y funcionarán mientras su
caudal sea suficiente para que las turbinas trabajen. Debido a esta limitación,
los grupos de turbinas se miden para que puedan proporcionar la máxima potencia
cuando el caudal del río es, a su vez, máximo. Así, se construye una pared para
estrechar el ancho del río, de forma que aumente la velocidad del agua, que
hace funcionar a mayor velocidad las turbinas. Las centrales que emplean este
tipo de energía son de baja potencia.
Cuando se desea explotar
también la energía potencial se construye un embalse que da lugar a las
denominadas centrales de embalse. Para construir este tipo de centrales
es necesario estudiar las cuencas de los ríos, con el fin de ubicar el embalse
en las zonas más estrechas y profundas, para evitar en la medida de lo posible
la evaporización, que causa bastantes pérdidas de agua. La central se sitúa
aguas abajo del embalse y el líquido llega a ella mediante un puente
subterráneo que conduce el agua turbinada. Estas centrales se pueden regular
-de forma diaria, semanal, anual o hiperanual- en función de la cantidad de
agua que almacenen.
Características
principales.
La energía hidráulica
presenta una gran versatilidad desde el punto de vista del seguimiento de carga
y de la conversión energía-potencia, debido a que, una vez que se pone en
funcionamiento, una central hidráulica puede alcanzar el 100% de su rendimiento
en tan sólo unos segundos de tiempo, mientras que las centrales térmicas
convencionales requieren varias horas. Ésto permite inyecciones bruscas de
potencia, pues estas centrales se pueden arrancar y parar varias veces al día,
lo que las hace muy útiles como centrales de punta, es decir, centrales
empleadas para regular la frecuencia de la red eléctrica, inyectando
bruscamente potencia al sistema.
Su coste de inversión es
muy variable, pues depende de la altura del salto de agua, la situación de la
central respecto a la presa, la orografía, la capacidad del embalse, la
climatología, etc.
Es la energía de menor
coste, puesto que, una vez construida, la central aprovecha recursos
hidráulicos que no suponen coste alguno. Su explotación en España está llevada
a cabo al máximo. El coste de combustible es prácticamente nulo, especialmente
al compararla con otras fuentes de energía como el carbón o fuel-oil. Asimismo,
sus costes de mantenimiento son especialmente bajos.
El hecho de que la
cantidad de energía obtenida dependa drásticamente de la climatología obliga a
países como España, donde la climatología es extrema, a tener fuentes
alternativas a la hidroeléctrica, previstas en caso de que llegue un año
hidráulico malo y la demanda de electricidad requerida no pueda responder.
Las centrales hidráulicas
poseen muy poca versatilidad geográfica, pues se deben construir en aquellos
lugares donde se den las condiciones orográficas oportunas. Esto incrementa el
gasto en el transporte eléctrico y aumenta el número de redes eléctricas.
Sus instalaciones son más
simples que las centrales térmicas, pues no tienen vapor a presión, ni altas
temperaturas, ni excesivas medidas de seguridad. Tan sólo se exige el
cumplimiento de ciertas normas de seguridad respecto a la obra civil, pero esto
sucede también en el resto de las centrales, ya sean térmicas convencionales o
nucleares.
Bajo el punto de vista
medioambiental, al dejar de aportar agua a la zona donde se encuentran,
producen un deterioro ecológico que puede ser pernicioso. Asimismo, la
construcción de embalses obliga a anegar extensas zonas de terreno, con lo que
cambia significativamente la orografía. También se moderan los ciclos de
crecidas periódicas de los ríos, fundamentales para la supervivencia de ciertas
especies vegetales.
Algunas
centrales hidráulicas importantes.
Entre las centrales
hidráulicas de mayor capacidad del mundo se encuentran la de Stornorrfords en
Suecia, con una potencia de 130.000 kw; la de Grand Coulee en Estados Unidos,
con 18 grupos y una potencia de 120.000 kw cada uno; la de Kuibichef en Rusia;
la de Aldeadávila sobre el río Duero en la zona fronteriza entre España y
Portugal, con una potencia total de 1.138 Mw; la del río Paraná, ubicada en la
frontera entre Brasil y Paraguay. Y la de Asuán, en Egipto, con 1750 Mw.
Evolución
histórica.
La explotación de energía
hidráulica se ha realizado desde la Antigüedad, en la que se desarrollaron
ingenios mecánicos, como la rueda hidráulica, con objeto de aumentar la
producción de la molienda de grano en Egipto y Mesopotamia. La Rueda persa
o saqiya, utilizada en Egipto durante el siglo II a.C., consiste en unos
recipientes dispuestos alrededor de la circunferencia de la rueda. Ésta gira
mediante energía humana o animal, y así se introducen los mencionados
recipientes en el agua.
El molino de agua
griego o escandinavo está considerado como el precursor de la
turbina hidráulica inventada en el siglo XIX. Puesto que necesitaba cursos de
agua rápida para funcionar, se piensa que su origen se ubica en las regiones
montañosas de Oriente Próximo, aunque toma su nombre de los lugares donde se
encontraron los restos: los países nórdicos y la zona griega. Su sistema de
funcionamiento se basa en un eje vertical, cuyo extremo inferior constaba de
una serie de cangilones, sumergidos en la corriente de agua. Estos molinos,
pequeños y lentos, se emplearon en la molienda de grano y únicamente de forma
local.
La rueda vitruviana
fue inventada por Vitruvio en el siglo I a.C., quien propuso un molino
hidráulico de eje horizontal y rueda de cangilones vertical. Aunque los más
antiguos molinos de este tipo funcionaban introduciendo la parte inferior de la
rueda en la corriente de agua, de forma que la fuerza de ésta la hacía girar;
con posterioridad se descubrió que era más eficiente mover la rueda desde
arriba, es decir, dejar caer el agua sobre la parte superior de la rueda, de
forma que ésta llenara los arcabuces sujetos en su circunferencia, con lo que
el peso del agua haría girar a la rueda. Este tipo de molinos suministraban
mayor energía que cualquier otro aparato de la época; así, con una rueda de un
diámetro de dos metros se podían moler unos ciento ochenta kilos de grano por
hora, lo que equivale a tres caballos de vapor en medidas actuales. Cabe decir
que un molino, movido por dos hombres o por un asno, molía únicamente cinco
kilos por hora. Su uso se generalizó en el Imperio romano en los siglos III y
IV d.C.
La rueda hidráulica
continuó su evolución; se fueron perfeccionando sus mecanismos y se extendió su
uso. Durante la Alta Edad Media, la rueda hidráulica fue introducida por los
germanos en las tierras eslavas al este del Elba. Durante la Baja Edad Media,
en la Inglaterra del Domesday Book (1086), ya se molía el grano en unos
seis mil molinos de agua. Como consecuencia, apareció una variante más: el molino
flotante, que consiste en una rueda hidráulica ubicada entre dos barcas
ancladas en el curso de una corriente rápida, en cada una de las cuales hay un
molino. Fue ampliamente utilizado en Europa. Se sabe que en el siglo XI ya se
usaban.
En la Europa medieval el
uso de la rueda hidráulica se extendió a numerosos fines industriales; se
utilizaba en serrerías, en la producción de pasta de papel, en la hilatura de
seda, en los molinos de martinetes para trabajar el metal para mover fuelles de
fundiciones. Influyó en la distribución geográfica de la industria; en la
minería y la metalurgia se empleó para el bombeo, lo que posibilitó que las
industrias del hierro construyeran mayores fuelles, alcanzaran mayores
temperaturas, usaran mayores hornos y, por consiguiente, incrementaran la
producción del hierro. La máquina trefiladora inventada por Rudolph de
Nuremberg en 1400 se movía por energía hidráulica. Sus usos múltiples
impulsaron el progreso de los sistemas de engranajes y de la maquinaria en
general.
El desarrollo de la
energía hidráulica, al igual que la eólica, alcanzó su apogeo en Europa durante
el siglo XVII. No obstante, es difícil estimar qué porcentaje se aplicó a la
producción. El mayor progreso técnico tuvo lugar en regiones con abundantes
suministros de agua y viento. Cuando las industrias textiles alcanzaron un
volumen significativo de producción en el siglo XVIII se debió a la fuerza
motriz del agua; la turbina de agua de Fourneyron (1832) fue la primera fuente
de energía que superó los pobres 5% o 10 % de eficacia de las primeras máquinas
de vapor.
La principal debilidad de
este sistema fue su irregularidad, pues al depender del viento y de las
corrientes de agua fue una fuente de energía poco rentable en ciertas zonas,
que siguieron dependiendo principalmente de la madera en la fabricación del
vidrio y en la metalurgia, que produce muy poca potencia. Aunque los avances
técnicos hicieron que esta irregularidad climática tuviera menor importancia,
la dispersión de los centros de consumo de energía y la consiguiente extensión
de las distancias en las que transportarla hicieron económicamente necesario un
medio energético más regular, pues los paros y los retrasos en el suministro
eran cada vez más costosos.
Aunque la energía
hidráulica continuó utilizándose, pero en menor proporción debido a la
aparición de la máquina de vapor, volvió a surgir en el siglo XIX de forma
notable con la invención de la turbina hidráulica centrífuga por parte de
Benôit Fourneyron, y ante una demanda cada día mayor de electricidad. Una de
las primeras máquinas de este tipo operaba en saltos de agua superiores a los
100 metros de altura, pero como este tipo de saltos no eran frecuentes en
Europa, esta turbina se vio desplazada por la de Jonval, de flujo axial, puesta
en funcionamiento en 1843.
Otros tipos de turbinas
fueron ideadas con mayor o menor fortuna, hasta que las de James Francis en
1838, Lester Pelton en 1870 y Kaplan en 1913 convirtieron a la rueda hidráulica
en un instrumento tecnológico obsoleto.
En 1886, se comenzó a
instalar, tras 16 años de estudios, la primera gran instalación hidroeléctrica
en el Niágara, con una capacidad de 200.000 HP. Su funcionamiento se inició en
el año 1895 y la compañía responsable, la Niágara Falls Company, empleó dos
turbinas centrífugas de Fourneyron, que fueron después sustituidas por otras
tipo Francis.
Aunque la generación de
energía hidráulica en el mundo ha ido incrementándose con la aplicación de
estas máquinas, actualmente ocupa el cuarto lugar en cuanto a fuentes de
energía de producción de electricidad, pero, porcentualmente, ha disminuido en
su utilización para la producción de energía eléctrica como consecuencia del
desarrollo de la energía nuclear y las energías alternativas. No obstante, en
muchos países sigue siendo la fuente de energía principal: en Noruega
representa el 99%, en Zaire el 97%, en Brasil el 96% y en Canadá 62%.
RDN
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Bibliografía
DAVIS, C.V. Handbook of applied hydraulics. (McGraw-Hill,
1982).
DERRY, T.K. y WILLIAMS,
T.I. Historia de la Tecnología. (Madrid: Siglo XXI de España Editores,
1980).
MUMFORD, LEWIS. Técnica
y civilización. (Madrid: Alianza Editorial, 1994).
Enciclopedia Universal DVD
©Micronet S.A. 1995-2006
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